La escultura del rey Sancho el fuerte de Navarra, se encuentra en la plaza que tiene el mismo nombre que el homenajeado, la plaza de Sancho VII el Fuerte en la parte moderna de la ciudad.
Para interpretar la estatua hemos de trasladarnos mentalmente desde la moderna plaza en que se encuentra al campo de batalla de Las Navas de Tolosa, en el año 1.212. La crucial batalla que decidió la Reconquista ha terminado. El gigantesco rey navarro (medía más de dos metros de altura) se alza soberbio con la espada todavía desenfundada. Su semblante es sereno tras la gran victoria, ya que hay que imaginarlo en el momento de haber derrotado al Miramamolín, pues en la misma mano que porta el escudo también aferra un trozo de las cadenas que rodeaban la tienda del califa a modo de protección y que los navarros tuvieron que romper en el asalto final. Sobre el pecho, asomando bajo la capa, vemos la cruz del cruzado. Nos recuerda que la batalla de las Navas de Tolosa era una cruzada convocada por el papa Inocencio III. La majestad del rey, la fortaleza del guerrero, la moral del cruzado. Rey, guerrero y cruzado, todo ello queda excelentemente representado en la escultura.
El escudo que porta el rey está adornado con el arrano beltza o águila negra que fue el emblema que el rey Sancho el Fuerte portó toda su vida. Hasta hace no muchos años se pensaba que el rey creó el actual escudo de Navarra incorporando las cadenas ganadas como trofeo en la batalla de las Navas de Tolosa. Lo cierto es que esto ocurrió dos siglos después. El escudo de Navarra era un simple escudo con refuerzos de metal que convergían en el centro (el blocado). Este escudo lo empezó a usar su padre, Sancho el Sabio y luego lo siguieron usando los reyes de dinastía francesa que sucedieron a Sancho el Fuerte. Con el paso del tiempo se tuvo la perspectiva histórica suficiente para apreciar la enorme importancia de la batalla de Las Navas de Tolosa. Fue entonces cuando las cadenas pasaron a formar parte del escudo sustituyendo al blocado. Carlos III el noble y el príncipe de Viana, ya hablan de las cadenas que desde entonces no abandonarían el escudo convirtiéndose en símbolo y emblema de Navarra.
La estatua del rey fue erigida por iniciativa de la Real Sociedad de Amigos del País de Tudela en el año 1.981. Una curiosidad. En el frontal del pedestal está grabado como fecha de nacimiento el año 1.160. Actualmente se considera que el rey nació hacia el año 1.154.
La escultura es obra del artista Antonio Loperena, escultor de Arguedas que falleció en 2.010 y que pasó de ser pastor y ganadero en las Bardenas a ser uno de los artistas más premiados de Navarra con obra repartida en varios países de América y Europa. La realizó en piedra dorada de Salamanca, “la clásica piedra de afilar” según decía el autor, piedra caliza sumamente dura y difícil de trabajar. La estatua pesa cinco toneladas de peso. Se inspiró en la estatua yacente de Roncesvalles, el retrato más fidedigno del rey que se conserva, si bien el artista rejuveneció al monarca para mostrar al rey Sancho en la plenitud de su fuerza. Para la pose del monarca tomó como modelo la estatua del rey Sancho de Fructuoso Orduña que está en una de las fachadas del Palacio de la Diputación de Pamplona, si bien allí es más monarca palaciego y aquí más guerrero montañés. Aunque las dos esculturas tienen gran calidad, la de Loperena tiene más espíritu, más fuerza, y representa mejor el aspecto heroico del monarca en la jornada de Las Navas.
Loperena calificó a su escultura de Sancho el Fuerte como su obra maestra, de la que se sentía más orgulloso. En la revista Guía del Arte y de la Cultura del año 1.984 se decía: “En esta obra de arte que le perpetuará, se consagra como uno de los artistas navarros más destacados de todos los tiempos”.
Seguro que a Sancho, el rey-guerrero que hace 800 años arriesgó todo en los campos andaluces, también le gustaría la escultura.
Lo que no le gustaría tanto es el lugar donde está ubicada, rodeada de edificios nuevos y de poco encanto. El rey que vivió y murió en Tudela, el rey navarro más vinculado con la ciudad del Ebro, merecería campear orgulloso en un lugar principal, como la Plaza de los Fueros, o junto a la catedral o en algún rincón de sabor medieval como las inmediaciones de la iglesia románica de la Magdalena. Quien sabe. La dura piedra de la escultura de Sancho, igual que su memoria, aguantará el tiempo. Puede que tras la crisis algún alcalde sensible a la Historia corrija el error. Sancho, los tudelanos y los visitantes de la ciudad se lo agradecerán.
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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