El monumento dedicado al arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada y a San Martín de Finojosa se encuentra en el claustro de la hospedería del monasterio de Santa María de Huerta, en Soria.
El monumento es obra del el año 1.970 con motivo del VIII centenario de la fundación del monasterio. Es obra del artista madrileño Federico Coullaut Valera (1.912-1.959), miembro de una familia de escultores. Su padre, Lorenzo Coullaut, fue su maestro. Federico Coullaut es el mismo autor que hizo las estatuas que adornan la fachada del Palacio de la Diputación de Soria, aunque sus obras más conocidas están en Madrid. La Victoria que campea sobre el edificio metrópolis de la Gran Vía, típica foto de Madrid, es de F. Coullaut.
Las estatuas de Jiménez de Rada y San Martín de Finojosa componen un conjunto muy interesante. El santo, fue abad del monasterio de Santa María de Huerta y construyó el nuevo monasterio hasta convertirlo en uno de los más importantes de Castilla. En esa tarea le ayudó el mecenazgo del rey de Castilla Alfonso VIII, al que le unía una gran amistad. Luego fue obispo de Sigüenza, pero pronto renunció a este importante cargo para volver a su monasterio donde pasó los últimos veintiún años de su vida. Su humildad y los milagros atribuidos le llevaron a la santidad.
Jiménez de Rada también fue hombre de confianza de Alfonso VIII. Pero su vida contrasta con la de San Martín de Finojosa. El santo se alejó del mundo para volver al monasterio. El arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, en cambio, fue uno de los gigantes de la época, interviniendo en el devenir histórico de los reinos cristianos. Por lo que más se le recuerda es por su intervención en la decisiva batalla de Las Navas de Tolosa, en Jaén, en 1.212, hace 800 años.
En los libros de Historia se hace hincapié en la importancia de los tres reyes que acudieron a la batalla de Las Navas de Tolosa: Alfonso VIII de Castilla, Pedro II de Aragón y Sancho el Fuerte de Navarra. Pero al arzobispo Jiménez de Rada hay que elevarle a la altura de los monarcas sin ninguna duda. Él fue el que medió entre los reyes para apaciguar sus diferencias en los meses previos a la batalla. Él fue el que recorrió Europa convocando a la cruzada de Las Navas. Él era el hombre de confianza del papa Inocencio III para llevar a buen puerto la empresa. Fue consejero de Sancho VII el Fuerte y de Alfonso VIII. Y él, Rodrigo, que compartía el mismo nombre que el Cid, también compartía su valentía en el uso de las armas. En la Batalla de las Navas de Tolosa, el arzobispo Jiménez de Rada, un intelectual que hablaba español, italiano, francés, inglés, euskera, árabe y varios idiomas más, el que fue autor del Rebus Hispaniae, una de las primeras historias de España, se lanzó junto a los tres reyes a lo más duro de la lucha contra los sarracenos. No sólo fue la victoria de ese día su premio. El resultado de la Batalla de Las Navas decidió un futuro cristiano para la Península Ibérica. Fue por lo que peleó toda su vida.
En la escultura de F. Coullaut vemos a los dos prelados de espaldas, como dirigiendo sus pasos en diferente dirección. Fue así. Uno se inclinó por la vida santa y tranquila. El otro decidió intervenir activamente en los turbulentos tiempos que le tocó vivir.
San Martín se inclina sobre el libro. El estudio y la contemplación. Jiménez de Rada se alza firme sosteniendo en la mano diestra la Cruz y en la zurda una gran espada, con la que la defendió. En realidad Jiménez de Rada porta tres cruces. Una es la de bronce que porta en una mano, otra es la que forma la empuñadura de la espada en la otra y la tercera se adivina en su mitra. Su mirada se dirige decidida al frente, mostrando una decisión irrenunciable. Y es que no sólo dirigió almas siendo arzobispo de Toledo. También dirigió ejércitos.
Es curioso que dos personajes tan distintos, el santo y el arzobispo-guerrero, acabaran tan juntos. No sólo en el monumento. A pocos metros, en la iglesia del monasterio, reposan sus cuerpos.
- Sepulcro del arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada.
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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