La escultura “El placer de vivir” de Henri Lenaerts, se encuentra en la plaza que hay detrás del ayuntamiento de Estella.
En una ciudad como Estella, llena de monumentos medievales de especial importancia, generalmente pasa desapercibida esta bella escultura. Ni siquiera viene marcada en los mapas turísticos. Para mí fue también una verdadera sorpresa cuando siguiendo la ribera del Ega contemple por primera vez la escultura.
“El placer de vivir” enseguida me atrapó. Representa a una adolescente que indolentemente se tiende en una tumbona de la que le cuelgan los pies al tiempo que mira a un lugar no preciso del cielo.
Contemplando la escultura recordé esos momentos de juventud en pleno verano, en vacaciones, cuando me tendía en el césped de un parque, en la hamaca de mi abuelo, en la ribera de un río o en la arena de la playa. No existían preocupaciones entonces. Todo era disfrutar del sol en la cara, del cantar de los pájaros, del sonido de las olas o del olor del césped recién cortado. ¿Quizás eso era la felicidad? Seguro que todos recordamos momentos parecidos.
Ahí está la grandeza de “El placer de vivir”. Lo mejor de esta magnífica obra de arte es que evoca en el espectador momentos tranquilos y felices, de comunión relajada con la naturaleza.
Es una de las mejores obras de Henri Lenaerts (1.923-2.006). La realizó para el Ayuntamiento de Estella en 1.989. Lenaerts es un artista belga que vivió muchos años en el pueblo de Irurre, en el valle de Guesalaz, en Navarra. Antes de recalar allí, estuvo bastantes años en la India donde se doctoró Filosofía India. En Navarra dio clases de yoga. Todo ello influyó en su escultura, donde trata acertadamente la relación del ser humano con el entorno desde el equilibrio y la paz interior.
El título de la obra, “El placer de vivir”, indica claramente lo que ha intentado reflejar el escultor. Apreciar lo sencillo, lo que nos da la tranquilidad, es parte consustancial del disfrute de la vida.
Al mismo tiempo la naturaleza y su relación con el ser humano también es parte de la sensación de plenitud. La chica de la escultura ¿qué mira?. ¿Serán los pájaros que revoletean sobre ella y que también tiene representados en el vestido que lleva? ¿Quizás mira las nubes? ¿A lo mejor está viendo el efecto del viento sobre las hojas de los árboles? Esa contemplación tan elemental, junto con el sol de la mañana calentando su piel da a la chica esa felicidad sosegada que con el tiempo recordará cuando las prisas y las responsabilidades del mundo adulto la consuman.
Esa despreocupación queda también reflejada en la caída de los pies. Es como cuando de pequeños nos sentábamos en un puente con los pies colgando y los balanceábamos. ¿Quién no recuerda esa sensación inexplicable que nos hacía sentir bien?
Si miramos la cabeza de la adolescente por detrás, veremos que lleva el pelo cogido por una gran flor. Es la primavera. Lo mismo que la edad de la chica. La adolescencia es la primavera de la vida. Al mismo tiempo la gran flor subraya la relación armónica con la naturaleza, imprescindible para disfrutar del placer de vivir.
El bello mensaje simbólico de la escultura se completa con una excelente técnica. El bronce está tratado con formas suaves que transmiten esa sensación de tranquilidad. La cara de la adolescente recuerda a la de las esculturas clásicas romanas, influencia que también tuvo mucho que ver en la formación de Lenaerts. La mayor parte de su obra es figurativa. Quizás le falta a la adolescente un poco de expresividad. Si yo estuviera tan plácidamente tumbado seguramente una ligera sonrisa se esbozaría en mi rostro.
En esa plaza de Estella dejamos a la “estellica” disfrutando del sol, de los pájaros y de la primavera. Sólo el haber recordado tiempos parecidos en nuestra vida nos habrá hecho, aunque sea por un momento, un poquito más felices.
© Julio Asunción. e-mail: julioasuncion@hotmail.com
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