La cruz de Monjardín es una joya única del románico. Es una pieza clave de la orfebrería románica de Navarra y, curiosamente, una de las más desconocidas por los visitantes de la Comunidad Foral e incluso para muchos navarros. Esto es así porque se encuentra en un pequeño pueblo de Navarra cercano a Estella y que da nombre a la cruz: Villamayor de Monjardín.
Está en la iglesia del pueblo, que a menudo está cerrada.
Está en la iglesia del pueblo, que a menudo está cerrada.
Para verla fuera de la temporada alta, hay que llamar a la casa que está frente a la iglesia, donde vive la entrañable señora Rosa, que abre el templo para su contemplación. Que Dios le dé todavía muchos años y le conserve la salud a esta menuda y amable anciana.
Dentro de la iglesia, y perfectamente protegida por una gruesa reja que dificulta su contemplación, está la cruz de Monjardín. Esta protección está justificada ya que hace pocos años unos sinvergüenzas entraron a robar en la iglesia.
La Cruz de Monjardín, es una bellísima pieza de 78 cm. de alto por 48 de ancho. Es bastante grande ya que su uso era como cruz procesional, paseada en las grandes ocasiones. Se ha fechado a finales del siglo XII o principios del siglo XIII, lo que la convierte una de las piezas de platería más antiguas de Navarra.
Si hacemos caso a la tradición el origen de la cruz es todavía más antiguo. Y es que la leyenda atribuye la cruz a Sancho Garcés I. Este rey de Pamplona, es considerado por muchos historiadores el primer rey de Navarra ya que fue el primero que presentó batalla a los musulmanes y comenzó en Navarra la oposición activa a los seguidores de Mahoma, participando de la idea de la Reconquista. Entre sus primeras conquistas está precisamente el estratégico castillo de Monjardín o Deyo en el año 908. Dice la leyenda que el rey antes de la batalla mandó hacer con madera de roble una cruz que le acompañó en tan importante victoria. Hoy muchos piensan que esta tradición es imposible, ya que la factura del trabajo en plata de la Cruz de Monjardín es al menos del siglo XII. Pero ¿qué hay de la cruz de madera que recubre ricamente el bellísimo trabajo en plata? Esta cruz de roble podría ser la que portó el rey Sancho Garcés en la batalla que acabó con la toma del castillo que corona la localidad. Tras la victoria contra los musulmanes, la cruz de Monjardín podría haber sido tomada como sagrada, milagrosa, y posteriormente, a finales del siglo XII, se embellecería tal como la vemos hoy. Si damos a la leyenda una base histórica, la cruz de Monjardín pasa a formar parte de los mismos orígenes del reino de Pamplona y de Navarra.
Rosa comenta otra leyenda más popular, que dice que un pastor la encontró tras seguir a una de las ovejas de su rebaño que se había extraviado.
Y es que no es de extrañar que una pieza de tanta calidad, única dentro del patrimonio artístico de Navarra, haya inspirado a su alrededor leyendas o historias como estas.
La cruz está decorada con motivos vegetales. Apóstoles o santos sin identificar la adornan en sus extremos, así como un pequeño Pantocrator.
Pero lo que más llama la atención es el Cordero Místico de su reverso y sobretodo el Crucificado de su anverso.
El Cordero Místico es una verdadera delicadeza. Sólo hay que fijarse en la representación de la lana que lo recubre o en el bonito estandarte que porta, con crismón. También es curiosa su iconografía ya que si nos fijamos en su cabeza veremos que tiene cuernos, lo que es una rareza (podemos compararlo con el Cordero Místico de la iglesia de San Bartolomé de Aguilar de Codés, también en este blog).
El Crucificado es excepcional. Románico en la rigidez del cuerpo y brazos pero ya anunciando el gótico en la expresión de su cara y en el detalle de los tres clavos con las piernas cruzadas en vez de los cuatro clavos habituales de la época románica. Llama la atención la representación de las costillas muy marcadas, acentuando el dramatismo del Cristo. Otra curiosidad del Cristo de Monjardín es que la distancia de mayo a mano es superior a la que hay de la cabeza a los pies.
La cabeza del Crucificado de Monjardín está separada de la cruz. Es un alarde técnico que aporta una gran expresividad a este Cristo. Muestra el dolor de la muerte pero también la tranquilidad que da el final del sufrimiento. No está coronado Cristo con la corona de espinas sino con una corona enjoyada. Ha dejado, con su muerte, de ser el Cristo humano para convertirse en el Señor, en el Rey del Mundo, en el Salvador de la humanidad con su sacrificio. Este simbolismo lo confirma en el reverso el Cordero Místico, símbolo de sacrificio y al mismo tiempo vencedor, ya que porte el estandarte de la victoria.
Sobre esta correspondencia simbólica entre el Cordero Místico y el Crucificado, me llamó la atención un detalle técnico de la pieza que seguramente no es casual. El estandarte que porta el Cordero acaba en tres puntas igual que la cabellera del Crucificado.
La importancia de la pieza ha sido reconocida desde siempre. Importancia tanto artística como religiosa. Prueba de su calidad artística es que la pieza estuvo en las exposiciones universales de Sevilla de 1929 y 1992 y que recientemente se realizó una copia que se encuentra en una iglesia de la ciudad polaca de Torun. Prueba de la devoción que inspira es la que tienen a la Cruz de Monjardín no sólo los vecinos del pueblo, sino la de pueblos cercanos que también se acercan en romería a visitarla.
El Camino de Santiago pasa por Monjardín. Muchos peregrinos atraviesan el pueblo a buen paso sin tiempo de ver nada. Muchos más coches pasan por la autovía cercana que une Pamplona y Logroño sin acercarse al pueblo que se extiende a la falda del castillo de Deyo. Seguro que muchos de ellos no dudarían en acercarse a ver la Cruz de Monjardín si supieran que es una pieza que sería principal en cualquier gran museo de arte medieval.
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