La obra de arte más valiosa del Palacio de Navarra es el retrato de Fernando VII del gran pintor Francisco de Goya. Está en el llamado despacho del Presidente del Palacio de Navarra, utilizado por el presidente (hoy presidenta) de la Comunidad Foral.
Fue un encargo de la Diputación. Se contrato a Goya para añadir este retrato a la colección de reyes que posee el Palacio de Navarra.
Fue un encargo de la Diputación. Se contrato a Goya para añadir este retrato a la colección de reyes que posee el Palacio de Navarra.
Lo curioso es que Goya no tragaba a Fernando VII, es más, acabó sus días exiliado en Burdeos, en Francia, ya que al gran pintor aragonés se le llegó a tachar de afrancesado. Pero había que comer, y Goya aceptó el encargo. Hizo el retrato de Fernando VII inspirándose en otros retratos, bocetos y láminas que representaban al rey borbón, es decir, sin tenerle delante.
Prueba de esta necesidad de dinero de Goya, es el recibo que está expuesto debajo del cuadro, firmado por el pintor. La cantidad cobrada es igual a la que cobraron otros pintores de mucha menos valía por otros cuadros también expuestos en el Palacio de Navarra.
El cuadro, que destaca por su calidad sobre el resto de la colección pictórica del Palacio de Navarra, representa a Fernando VII lujosamente vestido, portando la vara de mando, que aquí simboliza el poder absoluto. El peinado recuerda a los de otros retratos de militares y gobernantes franceses de la época, incluso a algunos retratos de Napoleón, el gran enemigo de Fernando VII que le arrebató el trono para dárselo a su hermano José Bonaparte.
Se ve que Goya tuvo que dejar de lado lo que pensaba del rey y se limitó a cumplir los deseos de los que lo contrataban, la Diputación de Navarra. Aquí el rey aparece bastante idealizado, mucho mejor que otros retratos más psicológicos de Fernando VII donde se manifiesta su poca elegancia y su cara poca agraciada. Esto no sucede aquí.
Otro detalle del cuadro es la inscripción inferior, donde se le denomina Fernando III de Navarra y VII de Castilla, lo que recuerda que hasta el reinado de este rey, Navarra y Castilla eran reinos separados que compartían rey, pero con fronteras entre ellos y con instituciones distintas.
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