La iglesia de Santa María de Arce se encuentra aislada a poca distancia del pueblo de Nagore. Está en el valle de Arce, un lugar alejado de las rutas turísticas pero que tiene pequeñas joyas como esta iglesia románica, que es uno de los ejemplos más interesantes del románico rural de Navarra.
Para llegar a ella desde Pamplona hay que dirigirse a Aoiz y luego tomar la carretera que desde Aoiz lleva a Roncesvalles. Tras pasar el pueblo de Nagore a la derecha sale un desvío para Oroz-Betelu. A poco de tomar este desvío a la derecha sale una pista asfaltada que nos lleva a la iglesia de Santa María de Arce.
El hecho de estar la iglesia retirada de población, pérdida en el campo, le da más encanto. Seguramente por la calidad de su escultura debió ser la iglesia de un señorío feudal que controlaba varios pueblos del valle en la Edad Media. Hoy sólo queda la iglesia creando un rincón sumamente bello, donde la piedra tallada hace siglos se levanta rodeada de vegetación que parece querer ocultar el templo.
En la compacta arquitectura de la iglesia, con hermoso ábside semicircular, destaca la escultura que adorna los capiteles de la entrada y los canecillos del tejado.
La entrada al templo es la entrada al mundo divino. Por eso en los capiteles que la flanquean vemos a Cristo en la mandorla, la almendra divina que simboliza la majestad del Salvador. Es una iconografía plenamente románica. En los capiteles también están representados los apóstoles. Podemos hacer la siguiente lectura: la imagen de Cristo en majestad y los apóstoles nos reciben en el templo, la Casa de Dios. En cambio, fuera del ámbito sagrado se refugia el mal. Un mal representado en las figuras que adornan los canecillos. Y es precisamente en los canecillos, donde el artista medieval hace uso de una mayor libertad, imaginación y simbolismo para representó el mal y a los pecadores.
Vemos representados a varios monstruos y demonios. Uno de ellos devora a un ser humano (castigo del pecador). Otro llama la atención porque parece enteramente uno de esos maléficos dioses-demonios que aterrorizaban a los mayas y a los aztecas. Este parecido con los dioses de las culturas precolombinas es pura coincidencia, pero no por ello deja de ser curioso. Cuando se construyó la iglesia de Santa María de Arce, en el siglo XII o principios del siglo XIII, todavía quedaban 300 años para el descubrimiento de América.
Entre los dos demonios vemos a un hombre que bebe ansioso de un gran barril. Es un crítica al pecador que abusaba de la bebida, es decir, al borracho. Entre el “demonio precolombino” y el borracho una escultura muy interesante. Dos hombres desnudos sentados juntos y cruzando sus brazos. Podría ser una crítica a la homosexualidad, muy mal vista en esos tiempos oscuros del Medievo. Un canecillo en el que se puede ver también esta visión de la homosexualidad como pecado podemos verlo en la iglesia de San Esteban de Eusa.
Otro de los canecillos está claramente ligado a una crítica a la sexualidad. En el ábside llama poderosamente la atención un personaje que claramente se está masturbando. Este tipo de representaciones de sexualidad tan explícita siempre nos sorprenden. No podríamos entender una iglesia moderna con este tipo de representaciones.
En otros canecillos vemos a músicos, actividad que tampoco era muy bien vista en aquellos tiempos ya que se asociaba al libertinaje, al abandono al placer y por tanto también al pecado.
Algún monstruo más habita en estos canecillos para sorprendernos. En el centro del ábside hay uno que parece lucir unos pequeños cuernos. ¿Es el diablo? Sólo el artista que hace más de 800 años esculpió la piedra de Santa María de Arce lo sabe.
- Iglesia de San Martín de Artáiz.
- Iglesia de Santa María de Eusa.
julioasuncion@hotmail.com
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