En el año 2010 el Museo del Prado adquirió la que va ser una de las obras principales de la pinacoteca. Tras su cuidadosa restauración, a partir del 12 diciembre 2011, “El vino de la fiesta de San Martín” de Pieter Bruegel el viejo se expone en las salas del museo.
El cuadro fue pintado en los años 1566-67 por Bruegel el viejo, sin duda uno de los mejores y más originales pintores del siglo XVI. Se pensaba perdido o destruido, por lo que su recuperación es uno de los últimos grandes logros del Arte. El Museo del Prado ya lucía en sus salas otra gran obra de este pintor, “El triunfo de la muerte”. Ahora, con “El vino de la fiesta de San Martín”, el museo se puede congratular de tener dos de las mejores obras del pintor flamenco.
“El vino de la fiesta de San Martín” es un cuadro de gran formato en comparación con el resto de la obra de Pieter Bruegel. En el cuadro se muestra la fiesta que se celebraba en la víspera de la fiesta de San Martín, 11 noviembre, con la distribución del primer vino del año entre el pueblo.
Esta fiesta es utilizada por Bruegel para realizar un retrato del desenfreno y la bajeza a la que puede llegar el ser humano bajo el influjo del alcohol. Al mismo tiempo es un retrato etnográfico de lo que realmente debía pasar en las fiestas de la época, donde el vino corría sin mesura y el emborracharse era una de las pocas salidas que tenía el pueblo para olvidar su miserable vida en tiempos oscuros y difíciles.
En el cuadro, alrededor de un gran barril rojo hombres, mujeres, jóvenes y niños trepan de manera desordenada para alcanzar el fino chorro de vino que sale del barril. Intentan hacerse su ración de vino con todo tipo de recipientes. Incluso vemos un tipo que intenta coger el vino con un zapato. Unos luchan por llegar al vino. Otros lo beben ansiosamente.
Hay que pararse detenidamente delante el cuadro y mirar esas expresiones, esa turba de personajes desarrapados, muchos descalzos, de pobre indumentaria, que pierden toda su humanidad, por un trago de vino.
La escena alrededor del barril tiene una expresividad asombrosa que deja en segundo plano al santo. A San Martín lo vemos a la derecha, en un caballo blanco y tocado con una pluma también blanca. Procede a cortar su capa para abrigar a los minusválidos que están a los pies del caballo. Los minusválidos son un amasijo de piernas inútiles que acentúan la expresividad el cuadro y contrastan con la posee académica de San Martín.
En contraposición con San Martín y los minusválidos, al otro lado del cuadro, vemos a varios borrachos, que han perdido la cordura bajo los efectos del vino. Incluso hay uno tirado en el suelo después de haber vomitado. Vemos en sus ropajes que domina el blanco. Es una simetría de color con el blanco del caballo del santo.
Un poco más arriba de éstos borrachos vemos a una madre que da vino al hijo que lleva en brazos. Seguro que de mayor este niño tiene muchas papeletas para acabar como los borrachos cercanos. También en la parte central vemos a otra mujer con dos niños. El que está en el suelo alza los brazos hacia la madre para pedir también vino. Detrás de la distraída mujer un ladronzuelo que mira hacia nosotros le roba la bolsa. Es uno de los pocos personajes que no tiene en las manos un recipiente para coger vino. Como vemos tiene las manos en otras ocupaciones…
A la izquierda del populacho que se afana por llegar al vino, vemos a dos personajes que miran hacia el espectador. Miran pero no ven, ya que son dos ciegos. Los que tienen vista (los bebedores) no tienen razón. Los que tienen razón carecen de vista. Los ciegos nos introducen en la bacanal con sus miradas vacías.
Y es que el cuadro es una bacanal. Es más una fiesta pagana que una fiesta cristiana. San Martín es aquí solo una excusa. En vez de sátiros y al dios Baco borrachos aquí tenemos a una turba descontrolada con poco glamour pero también con muchas ganas de emborracharse. Es la tan conocida cristianización de lo pagano.
Por último, otra curiosidad de las muchas que se acumulan en este cuadro que no deja de asombrar. En la casa que vemos en segundo plano a la derecha de la pirámide humana que rodea al barril rojo, vemos cómo asoman unas cabecitas por una de las ventanas, mirando con gesto entre preocupados y curiosos la escena que se está desarrollando en la fiesta de San Martín. ¿Quienes son?. ¿Porque no se suman a la fiesta?. El espectador podrá imaginar a su gusto la respuesta.
El cuadro ha costado siete millones de euros. Muchos dirán que en tiempo de crisis es un despilfarro. Yo creo que hay veces que el arte bien merece la pena un gasto de este tipo. Como en este caso. El disfrute que en unos pocos años va a dar este cuadro a millones de visitantes de la pinacoteca lo va a amortizar con creces.
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Muy interesante. Por cierto, sobre el banquete de boda de este mismo autor hay una "tercera pierna" atribuida al personaje principal que se encuentra de espaldas portando la comida. ¿Qué sentido tiene?. Muchas gracias de antemano.
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