El Cristo de Caparroso es uno de los mejores crucificados góticos de Navarra. Se encuentra en la catedral de Pamplona, a poca distancia de otro Cristo magnífico, el Cristo renacentista de Anchieta.
El Cristo de Caparroso debe su nombre a que fue encargado por el noble Pedro Marcilla de Caparroso para su capilla funeraria, que estaba en el deambulatorio de la catedral.
El Cristo de Caparroso se encuentra en la llamada capilla de Santa Catalina de la catedral. Su blancura resalta sobre el retablo que le sirve de fondo donde vemos 16 tablas de principios del siglo XVI. El retablo es una obra maestra de la pintura tardo-medieval en Navarra. En ellas se representa a los profetas que portan filacterias con los textos bíblicos. Los profetas enmarcan al Cristo, foco y centro del retablo. Las filacterias hacen referencia a a textos de los profetas que tienen relación con la muerte de Cristo y la la Redención de la humanidad. El blanco de las filacterias se corresponde con la blancura del Cristo. Esta coincidencia cromática establece también una correspondencia entre los textos y el Crucificado.
Centrémonos ahora en el Crucificado. Es uno de los mejores cristos de Navarra. El padecimiento del sacrificio queda representado en la sangrante herida del costado pero sobretodo en las decenas de pequeñas heridas que se reparten por todo el cuerpo. Este reparto uniforme de las heridas no es muy real, pues lo que aquí se busca es un mensaje teológico. Las múltiples llagas simbolizan el padecimiento total, extremo, sufrido por Cristo por todos nosotros. Por eso las pequeñas llagas se distribuyen desde los brazos hasta los pies. No hay lugar en el cuerpo humano de Cristo que no haya sufrido la tortura y el dolor.
Por el contrario, ante las huellas de la tortura y la muerte, la cara del Cristo de Caparroso es de total tranquilidad. Sus cabellos y su barba dorada enmarcan una cara que descansa en la muerte, que no sufre. Su cuerpo no está tenso en la cruz. La blancura de la piel del Cristo de Caparroso contrasta con la oscuridad de la cruz. Da la impresión de que la cruz no existe, no está. A esta impresión colabora el hecho de que la cruz está integrada en el armazón del retablo. La cruz ha desaparecido y lo que queda es un Cristo que parece elevarse, flotar en el aire. Cristo ha vencido a la muerte. Se eleva dándonos la Luz (la blancura de su piel) tras haber completado su misión en la Tierra y haber ofrecido su vida por todos nosotros. Su mismo pelo, hecho oro, colabora a esa impresión de luz. En el Cristo de Caparroso la muerte queda vencida. La muerte es aquí Vida con mayúsculas. La sangre vertida por las heridas de las manos y del costado han dado a Cristo la palidez de la muerte. Pero esta palidez queda transformada por la expresión serena y la disposición tranquila y recta del cuerpo, ajena a la gravedad. Podemos comparar la postura del Cristo de Caparroso con la del cercano Cristo de Anchieta, mucho más naturalista. La expresión del Cristo de Caparroso, su postura más hierática, nos lleva a un plano menos naturalista y más espiritual. La blancura de la piel castigada de Cristo se convierte aquí en Luz, en el aviso de la futura Resurrección. Victoria sobre la muerte, la Resurrección, aspecto clave de la teología cristiana. De hecho, la victoria sobre la muerte y la Luz como símbolo de la Resurrección son nombradas en los textos de algunos de los profetas que rodean a Cristo. El Crucificado se convierte así en la plasmación de lo profetizado.
En la penumbra de la catedral de Pamplona hemos de pararnos ante el magnífico retablo del Cristo de Caparroso. Su belleza es toda una lección de arte medieval. La madera magistralmente trabajada transmite mensajes que han perdurado a lo largo de los siglos. Un arte medieval todavía enseña lecciones espirituales al alcance de todo aquel que quiera y sepa leerlas.
Porqué no existen fotografías de antiguo castillo, (llamado El Cristo).
ResponderEliminarExcelente descripción del Cristo de Caparroso. Muchas gracias
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