El puente de San Miguel de Bera cruza el río Bidasoa en lo que hoy es un apacible paraje. Pero hace 200 años, el 1 de septiembre de 1813 fue el escenario de un duro enfrentamiento armado. Eran los últimos coletazos de la Guerra de la Independencia. Los franceses habían sido derrotados en batalla de Vitoria y el rey intruso, José Bonaparte, llamado por los patriotas Pepe Botella, había huido a Francia. Pero Napoleón intenta dar un vuelco a la penosa situación de sus tropas en España.
Las tropas napoleónicas intentan aflojar el cerco de San Sebastián. Pero son derrotados en la batalla de San Marcial. Toca la retirada. El sueño imperial del pequeño corso se empieza a derrumbar en España. Tras la derrota de San Marcial los soldados franceses ya no van tan marciales (valga la redundancia) como cuando en 1808 entraron en España como si fuera su cortijo. Ahora corren que se las pelan con las tropas españolas e inglesas pisándoles los talones.
Y aquí aparece uno de nuestro protagonistas, el general francés Vandermaesen que dirige a sus tropas en la retirada. La noche se echa encima y el tiempo es espantoso. La torrencial lluvia machaca la moral de los soldados que, para más inri, se encuentran con un río Bidasoa crecido que ahora no pueden cruzar por los vados naturales. El río se ha convertido ahora en una barrera que puede acabar siendo una trampa para los franceses. Hay que buscar un puente para atravesarlo.
Y ahora es el turno del protagonista principal de esta historia. El capitán británico Daniel Cadoux, que, a pesar de ese apellido que denota ascendencia francesa, no tiene especial predilección por las tropas de Bonaparte. Cadoux era el encargado de controlar y vigilar el paso del Bidasoa por el puente de San Miguel de Bera. Para ello contaba con un centenar de hombres de la compañía 95 de fusileros y con unos cuantos paisanos.
El problema fue que Vandermaesen tenía que cruzar el Bidasoa por el puente de San Miguel y que el capitán Capitán Cadoux era disciplinado y bastante cabezón.
En un lado del puente tenemos a un fuerte contingente francés que huye para no quedar copados tras la derrota de San Marcial. Al otro lado del puente poco más de un centenar de hombres encabezados por Cadoux dispuestos a ponérselo difícil a los franceses. Y como escenario una noche de lluvia infernal y truenos que a ratos iban a enmascarar el sonido de los disparos.
A los miles de franceses les debió sorprender la presencia de los defensores del puente. Pero más todavía la saña con la que les mandaban plomo descarga tras descarga. La desproporción brutal de fuerzas era contrarrestada por lo estrecho del paso del puente y lo crecido que venía el río que hacía imposible un golpe de mano atravesándolo a nado.
El general Vandermaesen, desesperado, encabezó una de las intentonas de cruzar el puente. No logró su objetivo. Un certero balazo acabó con el general francés, aumentando la confusión de los napoleónicos.
Pero ya se sabe que una bestia herida es peligrosa. El amanecer eliminó una de las ventajas más importantes a los hombres de Cadoux, la oscuridad. La negrura de la noche hacía que los franceses no supieran a ciencia cierta contra qué se enfrentaban. A esto hay que sumar que los refuerzos solicitados por Cadoux no llegaron por la imbecilidad del general inglés John Skerrett, que tenía que haberlos mandado. La bestia herida, el ejército frances en retirada, que se veía pronto cogido entre dos fuegos, con las luces del alba cruzó el puente, no si dejar allí y arrastrados por el Bidasoa a bastantes soldados alcanzados por las últimas descargas de los fusileros británicos.
Viéndose sobrepasados, los defensores tuvieron que abandonar el puente, pero el Capitán Cadoux, que cubría la retirada fue alcanzado y allí dio su vida junto a la mitad de sus hombres.
Cadoux defendió el puente de San Miguel hasta el último aliento. Poco habría cambiado el resultado de la Guerra de la Independencia si Cadoux se hubiera retirado, ya que las tropas napoleónicas ya tenían sus días contados en España. Lo más fácil para el bravo capitán era haber huido. Pero es admirable y sorprendente ver dar la vida en cumplimiento del deber. El valor, incluso el valor irracional, es virtud rara que sorprende a la mente materialista del hombre del siglo XXI. Si Cadoux hubiera huido ante tal desproporción de fuerzas seguro que habría vivido unos cuantos años más, pero yo no habría escrito este artículo. En cambio, el temple del capitán británico ante el desigual combate le ha hecho, de alguna manera, vivir para siempre en la memoria. Una placa, levantada en el centro del puente de San Miguel, recuerda al capitán inglés. La placa dice:
A la Gloria de Dios y a la Memoria del
CAPITAN DANIEL CADOUX
y de sus valerosos cazadores
del regimiento ingles 95
(Rifle brigada)
que murieron defendiendo
este puente el 1 de septiembre de 1813
peleando por la independencia
de España en unión de sus
heroicos compañeros
españoles.
Buena historia para una película.
En este enlace encontrarás una ruta senderista que pasa por el puente de San Miguel y recorre una de las montañas de Bera para visitar un dolmen y un crómlech: Bera-Megalitos de Amargunko lepoa.
Buena aportación de la la historia ... pero, sinceramente, me parece una tontería eso de por la patria hay que dar la vida .... debería haber huido, escapar ... salvar su vida, y en retirada, disfrutarla.
ResponderEliminarQUE T¡U NUNC A SERIAS DE FIAR ANTE CUALQUIER PELIGRO EN LA VIDA
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