Sobre el pórtico se disponen una serie de metopas entre canes ejecutadas por mano menos experta que la que trabajo en los capiteles.
A la izquierda un momento que siempre estuvo muy presente en el cristiano del Medievo: el pesaje de las almas por San Miguel. Vemos al arcángel pugnando con un demonio por inclinar la balanza de la salvación a su favor. Es el momento en que se valoraran los hechos buenos y malos del fallecido. El cielo o el infierno serán el premio o el castigo. El alma del fallecido, está representada por una pequeña figura que se encuentra más cercana al demonio que al arcángel. Quizás esta vez el mal sea el vencedor.
En la metopa siguiente, la celebración de la misa. Es una advertencia de la obligación del buen cristiano de asistir a la liturgia. Pero lo más importante de esta escena es su extraordinaria rareza dentro de la iconografía del románico.
Más a la derecha vemos el descenso de Cristo al infierno. El averno está representado por el Leviatán, de cuya boca es rescatado Adán. Cristo, resucitado, es el vencedor de la muerte. Victoria plasmada en piedra por la calavera sobre la que clava la cruz.
La cuarta metopa, aunque es la que se encuentra en peor estado, deja ver la representación del sacrificio de Isaac. Abraham estaba dispuesto a matar a su hijo en holocausto como prueba de fe. Representa la obediencia y el amor incondicional a Dios, que será premiado en el más allá.
En la quinta metopa vemos a un obeso personaje que se deleita con los manjares que le ofrecen sus sirvientes, mientras otro personaje yace tumbado bajo la mesa y es lamido por un perro. Es la parábola del rico Epulón, contada en el Evangelio de San Lucas. El pobre Lázaro da tanta lástima que hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas de su cuerpo. Epulón ni siquiera le ofrece las migajas que sobran de su mesa. Cuando mueren, Lázaro es llevado por los ángeles al cielo, mientras que el rico Epulón se quema en las llamas del infierno. Aquí tenemos la enseñanza del rechazo de la gula, la ostentación y la falta de piedad. Las penurias sufridas aguantadas con resignación cristiana serán compensadas en el más allá.
En la última metopa encontramos el enfrentamiento de dos caballeros armados. Escena muy habitual en los templos románicos e interpretada de diferentes maneras. Para unos es un apercibimiento a los nobles para que no malgastaran el tiempo en fútiles torneos y enfrentamientos. Para otros es la representación de la vida guerrera y de la lucha contra el Islam, preocupación tan presente en la Península Ibérica en esta época.
SAN MARTÍN DE ARTÁIZ, una joya del románico en NavarraExterior de la iglesia de San Martín de Artáiz
Portada de San Martín de Artáiz
El tímpano de San Martín de Artáiz
El interior de San Martín de Artáiz
El alero de San Martín de Artaíz – Canecillos románicos
Canecillos de San Martín de Artáiz
¿Quién construyó la iglesia de San Martín de Artáiz?
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