En la céntrica Plaza de San Francisco está la estatua dedicada al santo italiano San Francisco de Asís (1.182-1.226). Antiguamente el monumento estaba situado en el centro de la plaza. Con la reurbanización de la plaza en el año 1.993 el monumento fue desplazado desde el centro de la misma a la ubicación actual ganando en perspectiva, ya que ahora es visible también desde la calle Eslava.
El monumento fue inaugurado en 1.927 al año siguiente de la conmemoración del VII centenario de su muerte. La fecha de la base del monumento 1.993, se refiere al momento de su traslado desde el centro de la plaza a la ubicación actual.
Curiosamente San Francisco, como Íñigo de Loyola, también luchó fue soldado en su juventud. Era hijo de un próspero comerciante de telas. A pesar de la oposición de su padre, renunció a las riquezas y defendió el valor de la pobreza y la humildad. Vivió una vida dedicada a la paz y a los Evangelios. Fundó la orden Franciscana, una de las más importantes en la actualidad.
La escultura es de Ramón Arcaya, pamplonés, uno de los mejores escultores navarros del siglo XX. Su arte es clásico, con grandes influencias de la escultura del Renacimiento.
Cuando visitamos el monumento, enseguida nos llama la atención el curioso compañero del santo. Es un gran lobo de horrorosas fauces. Pero vemos a San Francisco tranquilo, como dirigiéndose al lobo. La escena transcurre en Italia, en un pequeño pueblo llamado Gubbio. Un terrible lobo tiene atemorizado al pueblo. Ha acabado no sólo con ganado, sino que también ha matado a varios vecinos. San Francisco decide intervenir. Sale del pueblo y va a buscar al lobo. La fiera, al verle, se cierne amenazadoramente sobre el santo. San Francisco, tranquilo, hace la señal de la cruz. El lobo se para. El santo comienza a hablar con el lobo ante la mirada incrédula de los vecinos que han seguido al santo. El lobo se amansa. La fiera mataba sólo por hambre, no por maldad, como si lo hacen los hombres. San Francisco acuerda con los vecinos que alimenten al lobo. El terror ha pasado. El lobo siguió en el pueblo dos años más y murió de viejo. Los vecinos lo sintieron hondamente. Recordaban en el amansado lobo los hechos de San Francisco.
El milagro del lobo de Gubbio está narrado en “La Florecillas de San Francisco” compilación de los hechos del santo escrita en el siglo XIV. Pero la escena tiene en el monumento una segunda lectura. En el basamento, vemos una placa donde están representados unos soldados también apaciguados por el santo. Esta historia viene de los escritos del Padre Castro. Según este autor, en 1.213, San Francisco estuvo en Navarra. El rey Sancho el Fuerte, que reside en Tudela, le pide que medie en los conflictos banderizos de Pamplona. San Francisco consigue la paz en la ciudad. Lo mismo que en Gubbio. El lobo representa la discordia. Discordia que desaparece gracias a la humildad, la comprensión y el amor a la paz representados por el santo.
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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