En el Parque de la Taconera, uno de los parques más bellos de Pamplona, encontramos el monumento conmemorativo dedicado al tenor Julián Gayarre. No será difícil encontrar entre los setos y parterres el monumento, ya que es uno de los más grandes y espectaculares de la capital Navarra.
El monumento fue inaugurado en 1950 y es obra de dos de los mejores artistas navarros del siglo XX: el arquitecto pamplonés Victor Eusa y el artista roncalés Fructuoso Orduña. No merecía menos calidad en su homenaje Julián Gayarre, el mejor cantante que ha dado Navarra. Gayarre (1844-1890), gracias a su privilegiada voz pudo alcanzar las más altas cimas del arte desde su modesta condición de pastor en las montañas de su Roncal natal.
Tras dejar atrás, muy joven, su vida como pastor, empezó a trabajar en Pamplona como dependiente y herrero. Pero su privilegiada voz le lleva a ingresar en el Orfeón pamplonés y gracias a una beca de la Diputación Foral de Navarra siguió sus estudios artísticos en Milán.
Era el 2 de enero de 1876. Estamos en uno de los más importantes templos de la Ópera, el Teatro de la Scala. Gayarre interpreta “La Favorita”, de Gaetano Donizetti. Baja el telón. El público estalla de pie en aplausos durante largos minutos. La nueva figura consagrada, Julián Gayarre, ha de salir repetidamente al escenario a recoger las ovaciones.
Desde aquel día todo fueron laureles. Los más prestigiosos templos del canto le reciben con entusiasmo. Roma, Moscú, Viena, Madrid, Londres… Había nacido el llamado “Le Roi du chant”, El Rey del Canto.
El monumento a Julián Gayarre alcanza los 12 metros de altura. Su paisano, el también roncales Fructuoso Orduña hace un alarde de técnica en la escultura de mármol del tenor. Le representa con la elegancia y la magnificencia de un patricio romano. Pero al mismo tiempo esta indumentaria alude al momento más trágico de su vida. Gayarre está interpretando la ópera de Bizet, “Los Pescadores de Perlas”. Estamos en el Teatro Real de Madrid, un 8 de diciembre de 1889. Llega la romanza del acto tercero. Es el momento en que Gayarre se apresta a dar esa nota que tantos aplausos le ha cosechado por todo el mundo. Y en ese fatal momento la voz se quiebra. Por más intentos que hace no puede ejecutar la romanza y se desvanece. Pocos días después, el 2 de enero de 1890, justo 14 años después de la gloriosa noche de Milán, muere, probablemente víctima de un cáncer de laringe. Sólo tenía 46 años de edad.
En el gran pedestal sobre el que se levanta la estatua, se representan 14 figuras que aluden a la Música, a la Gloria, pero también al dolor por la pérdida de tan insigne navarro. Sus restos reposan en Roncal, lugar que nunca olvidó. De allí salió un joven y humilde pastor. Volvió uno de los mejores tenores que jamás hayan existido.
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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