Carlos III el Noble fue uno de los reyes más importantes de Navarra. La mayoría de los reyes de dinastías francesas que reinaron en Navarra tras la muerte de Sancho VII el Fuerte se preocuparon más por sus feudos franceses que por el reino navarro. Por el contrario, Carlos III el Noble (1361-1425, rey de Navarra desde 1387) puso a Navarra por delante, y orientó su reinado a pacificar el reino pirenaico y darle prosperidad. En vez de encenagarse con agrias e ineficaces disputas dinásticas para llegar al trono de Francia, tal como hizo su padre Carlos II el Malo, Carlos III cambió su política exterior radicalmente. Muy bien se le pudo llamar Carlos III el Pacificador, ya que orientó su política a llevarse bien con sus vecinos. Para ello uso la diplomacia y los matrimonios de sus hijos y de él mismo para mantener buenas relaciones con los que habían sido sus enemigos: Castilla y Aragón. De hecho, su mujer fue Leonor de Trastámara, castellana. Esta es la reina que le acompaña en su sepulcro. Su inteligencia y sentido práctico dieron a Navarra 38 años de paz, lo que duró su reinado. Además también pacificó, mediante el Privilegio de la Unión (1423) a los vecinos de Pamplona que, divididos en tres burgos, se llevaban a matar. Por último, los amantes del arte le debemos la construcción de dos de los principales monumentos de Pamplona, la Catedral y el Castillo de Olite, que fue su palacio favorito y donde murió con 64 años de edad. También le debemos la ejecución de su sepulcro, una maravilla de la estatuaria funeraria a la altura de las mejores de Europa.
El sepulcro de Carlos III el Noble quizás debería llamarse el sepulcro de Carlos III el Noble y la reina Leonor, más que nada para no ningunear de manera un tanto machista a la reina. El sepulcro de Carlos III el Noble y Leonor es una joya del gótico. Es la mejor obra de estatuaria gótica de Navarra. Su autor fue Jehan Lome de Tournay, un belga que se trajo el rey Carlos III a Navarra junto con otros artistas de su taller que también colaboraron es esta obra de arte. El sepulcro fue realizado en vida del rey, entre 1413 y 1419.
Las imágenes de los reyes son de alabastro. La blancura del alabastro contrasta acertadamente con los adornos en bronce. Conserva todavía policromía original. El trabajo es finísimo en todos los aspectos. Un ejemplo: los ostentosos doseletes de encima de las cabezas de los reyes. Son una magnífica filigrana.
Y qué decir de las estatuas de los reyes. Su realismo es sorprendente. Son dos retratos de los monarcas. Por un lado Carlos III el Noble, con esa nariz un tanto pronunciada y ese curioso peinado que asoma debajo de la corona. El detalle es asombroso. Por ejemplo podemos fijarnos en las venas que surcan el dorso de las manos del rey.
Leonor está más idealizada. Como el rey, junta las manos en una plegaria perpetua ante el altar de la catedral de Pamplona.
A los pies de los reyes se representan animales simbólicos. Con el rey Carlos III el Noble un león. Simboliza el valor, la fortaleza, el poder. ¿O quizás podría ser ese león que Carlos III el Noble tuvo en su zoológico privado del castillo de Olite?.
A los pies de Leonor dos perros jugueteando con un hueso. En algún lado he leído que los perros representan a Castilla y Aragón que están “royendo” a Navarra. Nada más lejos de la realidad. Primero: La reina es Leonor de Castilla, por lo que no procedería en su sepulcro una crítica a su lugar de origen. Segundo: La política de Carlos III se orientó hacia la alianza con Castilla. Tercero: Este tipo de representaciones de perros en tumbas es habitual y simboliza la fidelidad. En este caso la fidelidad de Leonor hacia Carlos.
Esta joya del gótico se completa con las estatuas de 28 plorantes que se distribuyen al pie del sepulcro. Son monjes, obispos y cardenales que rezan por los difuntos. Algunos se han identificado. Uno de ellos es el confesor de la reina. Merece la pena fijarse detenidamente en las expresiones tan variadas de este conjunto de estatuas que forman el cortejo fúnebre de los reyes.
Un detalle curioso. En los doseles góticos que hay sobre las cabezas están escritos los epitafios de los reyes. En ambos se llama al rey Carlos IV (Carlos IIII) en vez de Carlos III. La explicación está en el mismo epitafio, ya que Carlos III se intitula sucesor de Carlomagno y de San Luis rey de Francia. El considerar a Carlomagno como Carlos I de Navarra es lo que hace que Carlos III se numere como el cuarto Carlos.
Carlos III el Noble fue un gran rey para Navarra. Aunque nació a orillas del Sena, en Mantes la Jolie, Francia, se hizo querer en Navarra y en Pamplona. Prueba de ello es la estatua que hace unos años se levantó en la plaza del Castillo, centro neurálgico de la ciudad. Allí le veremos de pie con el Privilegio de la Unión en la mano. Le reconoceremos fácilmente. El artista de la escultura moderna copió los rasgos de Carlos de su realista retrato del sepulcro de la catedral.
Lástima que a este rey pre-renacentista, amante de la paz y de las artes, no le siguieran la estela sus sucesores. Tras su muerte, la guerra civil entre facciones nobiliarias se adueño de Navarra. Un periodo turbulento que acabó con la conquista del reino por Castilla en 1512. Pero esa es otra historia…
Gracias, me ha servido para completar mi relato del viaje a Navarra que acabo de realizar. Me impresionó el sepulcro.
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