Hay sitios donde la Naturaleza crea espacios que se convierten en sagrados para los hombres. La Naturaleza es en estos casos una arquitecta de templos, donde la roca, el espacio, las panorámicas, adquieren un significado espiritual. Uno de estos lugares es la Cueva Negra de Fortuna.
Se encuentra a 3 kilómetros de la localidad murciana de Fortuna, en la vertiente sur de la Sierra del Baño. A las cercanías de la Cueva Negra se puede llegar en coche por una pista asfaltada que, entre urbanizaciones, lleva hasta un área recreativa con barbacoas cercana al yacimiento arqueológico.
La Cueva Negra son tres abrigos rocosos entre los que destaca el gran abrigo occidental que fue “decorado” en tiempos romanos por textos latinos llamados “tituli picti”. Son letreros o grafitos escritos sobre la roca que dejan testimonio de los devotos y visitantes que hace 2000 años se acercaron a esta cueva sagrada. En ellos se hace mención a las Ninfas y a otros dioses del panteón romano, se nombra a personajes que pasaron por aquí e incluso se citan versos de la Eneida de Virgilio que son las muestras más antiguas de los textos de esta obra que se conservan.
El culto principal estaba dedicado a las Ninfas, deidades femeninas de las aguas. De hecho, todavía podemos ver que el agua humedece la cueva en algunos puntos. Esta surgencia de agua es la que estuvo en el origen de la conversión de esta gran cueva en santuario, ya que se atribuían a esta aguas cualidades curativas.
El culto romano de la Cueva Negra tan sólo debió perpetuar cultos más antiguos. En los iberos era muy habitual el uso de cuevas con surgencias de agua como santuarios. Además a dos kilómetros de la cueva encontramos dos poblados iberos: el Castillejo de los Baños y el Castillico de las Peñas. Seguramente la Cueva Negra esa su santuario.
La orientación Sur de la Cueva Negra le daba luz y calor. Esto, y la existencia de agua, hizo que la cueva también fuera lugar de habitación idóneo en la prehistoria. Su uso continuado a lo largo de los siglos ha huellas en los restos de sílex trabajado encontrados en las excavaciones.
Los grafitos romanos hacen de esta cueva un sitio muy especial dentro de la arqueología romana. Por eso la Cueva Negra está declarada Bien de Interés Cultural. El nombre de Cueva Negra le viene por el color de las paredes por el hollín de las hogueras que durante siglos se hicieron en su interior. Este mismo hollín hace que sea difícil ver hoy los grafitos romanos. Sólo se pueden apreciar fácilmente en la pared cercana al panel informativo del yacimiento que está en el centro del gran abrigo. Además en otros lugares algunos descerebrados han hecho grafitos modernos dañando y afeando la cueva al tiempo que dejan constancia expresa de su estupidez.
En los grafitos romanos se nombra no sólo a las Ninfas. También a Baco, a Venus, a Cibeles y a otros dioses romanos.
La Cueva Negra debió ser un santuario de gran importancia entre los siglos I y III d.C que atraía a gentes de lejanos lugares. Uno de los grafitos habla de la visita de un sacerdote desde Ibiza. Se supone que desde la importante ciudad romana de Carthago Nova (Cartagena) se acercaban los peregrinos a obtener el favor de las Ninfas y la salud de las aguas tanto de la Cueva Negra como del balneario de Baños de Fortuna, que se encuentra a dos kilómetros al este y que todavía existe. Cerca del actual balneario podemos ver los restos de un templo y unas termas que debieron estar muy relacionadas con la Cueva Negra.
Un lugar tan especial en la antigüedad ha dejado su huella en el presente. Así, las fiesta de Sodales Ibero-Romanos de Fortuna reviven aquellos tiempos en que se escribieron los grafitis a los dioses en esta gran cueva sagrada.
De las decenas de textos escritos en la roca de la Cueva Negra destaca uno de gran belleza que hace imaginar una historia de amor atormentado. Dice así según la traducción de los expertos: Aguas de las Ninfas, a otros les apagáis los fuegos. En cambio a mí junto a las fuentes me quema un amor más fuerte.
¿Quién fue aquel romano que acudió al santuario a sanar su pena de amor? Decepcionado, se queja de que ni el poder de las Ninfas puede acabar con su dolor de corazón por el amor que hemos de suponer no correspondido. El poema es un hermoso eco romántico que nos llega a través del tiempo.
No sabemos si las Ninfas que habitan en la Cueva Negra pueden curar dolores de amor u otras dolencias más físicas. Lo cierto es que visitar la Cueva Negra es entrar en contacto con esa naturaleza primigenia, sagrada, ancestral. En silencio, acogidos en ese imaginado útero que son las paredes ennegrecidas de la cueva, nos acercamos a esa Madre Tierra que es mucho más antigua y sabia que nosotros. ¿No es esto curar el espíritu?
No hay que dejar de visitar el cercano yacimiento arqueológico de los Baños romanos e Fortuna, termas que también eran un templo dedicado a las Ninfas. Más información en: Baños romanos de Fortuna
© Julio Asunción
julioasuncion@hotmail.com
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