La iglesia de San Vicente de Larumbe es una iglesia desconocida incluso para la mayoría de los navarros. Pero su encanto, su arquitectura y su escultura la convierten en un tesoro que merece ser encontrado por los amantes del arte medieval.
Para visitar la iglesia de San Vicente de Larumbe cogemos desde Pamplona la carretera que lleva a Irurtzun, y antes de llegar a esta localidad nos desviaremos a la derecha para acercarnos al pueblo de Larumbe. Larumbe está a 20 kilómetros de Pamplona, en el valle de Gulina. En lo más alto del pueblo nos espera la iglesia de San Vicente.
Enseguida nos encontramos con la primera sorpresa. Los arcos del pórtico de San Vicente son plenamente góticos y de gran belleza. En cambio, su rústica escultura respira románico por todos sus poros. En esta iglesia el contraste entre románico y gótico es acusado. Se aprecia la transición que supuso el siglo XIII a la hora de entender la arquitectura. El pórtico de San Vicente de Larumbe es hermoso, con ventanales geminados ojivales y delgadas columnas que aligeran visualmente la pesadez de los muros.
Pero frente la elegancia del gótico nos encontramos con una estatuaria donde pervive plenamente el románico. Es un románico rústico, ejecutado por un artista poco hábil. Esta imperfección en la talla está compensada con creces con una fuerza expresiva que seguro subyugará al visitante. Es el encanto de lo auténtico.
Por ejemplo, ¿qué podemos decir de los horribles monstruos de las ménsulas donde se apoyan los arcos de claustro? Unos parecen amenazarnos con poderosas mandíbulas plagadas de afilados dientes. Otros tocan trompas infernales. Recordemos uno de los mensajes recurrentes en el simbolismo del románico. El mal amenaza, el maligno y sus demonios están prestos a castigar a los pecadores.
Y para librarnos de la condena, la escultura del pórtico de San Vicente también nos ofrece la solución. Así, muchos de los capiteles narran escenas de la Biblia, entre ellas la crucifixión, el sacrificio de Cristo, el sacrificio salvador según la teología cristiana. Los personajes de estas escenas son de gran arcaísmo, pero al mismo tiempo de gran vivacidad.
Uno de los capiteles más curiosos es en el que la Virgen porta en su regazo al Niño. Un desproporcionado Niño Jesús bendice con su mano derecha al observador. Junto a él una estrella, la estrella que señaló el portal de Belén a los Reyes Magos. Pero quizás, lo que más nos sorprenda es la Virgen. La forma de su cabeza recuerda al intranquilizante personaje del famoso cuadro “El grito” de Edvard Much.
Otras escenas y personajes curiosos esperan ser descubiertos por la mirada atenta. Por ejemplo un “green-man”, u hombre vegetal, un motivo más propio del gótico. Al “green-man” se le suele interpretar como la representación de la naturaleza. También muy curiosos son los Reyes Magos mostrados con gran ingenuidad en uno de los capiteles de los ventanales.
En el pórtico encontramos representados animales de gran carga simbólica: un águila, un león y un cordero místico en una de las claves.
Rarísimo es el crismón que encontramos en el pórtico. Primero por su ubicación. Se encuentra en el acceso al pórtico, pero en vez de encontrarse centrado en lo alto del mismo, está en uno de los laterales, cerca y debajo de un ángel. Pero lo más interesante es que el aspa, elemento de gran significación en el crismón, ya que hace alusión a Cristo, ha sido sustituida por una pequeña cruz.
En los canecillos un contorsionista ejecuta su pirueta y otro hombre se masturba. Otros canecillos con animales y monstruos completan la nómina del pecado contrastando con figuras de ángeles que se distribuyen por los capiteles del pórtico. También en el pórtico vemos una serpiente, representación del mal y cerca de ella un San Miguel, el capitán de las tropas celestiales, pesadilla de los demonios y adalid contra el maligno. Aquí, San Miguel aparece pesando las almas de los fallecidos. Si los pecados pesan más que los actos bondadosos el alma sufrirá la condenación eterna. De no ser así, espera el Paraiso. Así, poco a poco, de sorpresa en sorpresa, descubrimos en el pórtico de San Vicente la lucha espiritual que aquí se representa.
Frente a todo este caos de demonios, queda la esperanza de la salvación para el creyente. Y el que la facilita es Cristo con su sacrificio. Es lo que parece decirnos uno de los capiteles donde vemos a Cristo crucificado y, cerca de él vemos dos apóstoles. Uno de ellos es San Pedro, identificado porque porta una enorme llave. Son las llaves del cielo. Junto a San Pedro una pequeña puerta. Es el acceso al paraíso, es la puerta que abrirán las llaves de San Pedro a quien lo merezca tras haberse mantenido alejado del pecado y las tentaciones. Es el simbolismo de fuerte carga teológica del arte románico que no deja de admirar al observador por la atrayente manera en que está representado.
Tras esta inmersión en el Medievo podemos acabar la excursión disfrutando de las hermosas panorámicas que se disfrutan desde la iglesia de San Vicente de Larumbe. Los campos y montes se ofrecen a la mirada enmarcados por los hermosos ventanales góticos. Allí afuera está el mundo real. Pero puede ser que, mirando la escultura románica del pórtico, imaginemos que hay un mundo también invisible. Un mundo de monstruos y ángeles. Un mundo oculto en eterna lucha. Un mundo en el que creían aquellos que aquí vivieron hace ocho siglos.
© Julio Asunción
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