Los portadores de la antorcha es una de las esculturas más hermosas que podemos ver en Madrid. Desgraciadamente su ubicación no es la más adecuada. Se encuentra en la Ciudad Universitaria, cerca de la boca del metro del mismo nombre y frente a la facultad de Farmacia. Esto hace que apenas sea conocida por los visitantes de Madrid e incluso por los mismos madrileños. Una verdadera pena dada la belleza y el gran valor simbólico del grupo escultórico. La escultura mide 6 metros de alto y está hecha en aluminio. El hecho de que esté realizada en este material es una rareza. Pizarro, colaborador de este blog, facilitó este dato tras consultar con Marcus Burke, actual conservador de The Hispanic Society of America.
Los portadores de la antorcha son obra de Anna Hyatt Huntington (1.876-1.973). La escultora era esposa de Archer Milton Huntington, millonario, mecenas y fundador de The Hispanic Sociaty of America. Ambos eran unos enamorados de España. Anna donó generosamente varias esculturas que hoy se pueden ver en Sevilla, Valencia y Madrid.
Los portadores de la antorcha tienen una fuerza extraordinaria. El grupo escultórico un alarde de movimiento y calidad técnica. La naturalidad del caballo es asombrosa. El animal, parado en seco por el tirón del brazo del jinete, es una verdadera maravilla. El caballo es puro movimiento, puro nervio de músculos en tensión con una plasmación naturalística que asombra. Desde la cabeza a la cola la hermosa bestia crea un escorzo de gran belleza. La escultora, era una experta en la representación animal. El interés y el conocimiento del mundo animal le viene de niña, ya que su padre fue profesor de zoología y paleontología en Harvard.
Por otra parte, la representación anatómica del jinete y del hombre caído también es perfecta. Estos hombres recuerdan la tradición de los clásicos. Seguro que la escultura habría sido del gusto de Fidias o Praxíteles. Y es que el más bello clasicismo griego queda representado en Los portadores de la Antorcha.
La escultura completa su gran técnica y belleza con un hermoso simbolismo. Ya lo dijo la misma escultora. Los portadores de la antorcha son un homenaje a la civilización occidental.
Lo más grande de esta escultura son sus lecturas, teniendo como centro el tesón y el valor de la Humanidad. Así, el hombre caído, exhausto hasta el punto que no puede levantar la vista hacia el jinete, hace un último esfuerzo para entregar la antorcha a otro hombre que domina con brazo firme al caballo en su galope. La antorcha representa el saber, el progreso y la civilización. La antorcha, con su carga simbólica, está en el mismo centro de la composición escultórica.
Alrededor de la antorcha gira toda la escena. No es casual. Al fin y al cabo, los humanos, representados por los dos hombres, somos parte de algo más grande que compartimos y vivimos: nuestra civilización.
Ante Los portadores de la antorcha es como si estuviéramos presentes en un comienzo mítico imaginado de la civilización. Así, se respira en la composición algo de prehistórico, de arcano. Por eso los personajes van desnudos y el jinete no monta en lujosa silla, sino sobre una simple piel. Por eso la llama de la antorcha es pequeña. En un futuro será un gran fuego que ilumine el firmamento.
Los portadores de la antorcha es un monumento que aúna una gran belleza estética con un mensaje que ensalza grandes valores de la humanidad: la cooperación, el sacrificio, el valor, la determinación, la constancia… Todo ello perfectamente conjuntado en una imagen épica de gran fuerza que impacta al observador.
En el año 1.955 Anna Hyatt Huntington dona Los portadores de la antorcha a la ciudad de Madrid, grupo escultórico que realizó en 1.950. En un principio estaba pensada su ubicación en el Retiro, lugar mucho más adecuado, que habría hecho a esta escultura mucho más conocida.
De esta hermosa obra de arte se hicieron tres copias. Dos están en Estados Unidos y otra está en Valencia, en la Avda. Blasco Ibánez. Así, los valencianos también pueden disfrutar de esta escena magistral, donde todos podemos vernos representados y donde todos podemos sentir ese empuje de hacer algo, aunque sea lo más mínimo, para mantener esa llama del saber y de la cultura que forma parte de nuestra civilización y que permanecerá cuando muramos. En mantener esa llama, con todo lo que significa, está nuestra razón de ser y el destino de la Humanidad.
Todos hemos de estar dispuestos a recogen la antorcha y llevarla muy lejos, tanto como el brío y el aguante del caballo del tiempo que tenemos nos permita. Allí, en la lejanía, no faltará otro humano que volverá a recoger la antorcha y la seguirá portando cumpliendo así la misión civilizadora del ser humano.
© Julio Asunción
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