Desde el mes de mayo del año 2013 un nuevo monumento se levanta en Roncesvalles. Es la “Estela del Camino”, obra del escultor navarro Faustino Aizkorbe. La escultura está ubicada en los jardines de la Real Colegiata de Roncesvalles, a la vera del Camino de Santiago.
El acero corten con el que está realizada la “Estela del Camino” contrasta con las ancianas y monumentales piedras de los diferentes edificios de Roncesvalles. Pero este contraste de materiales y siglos no afecta en absoluto a la estética. La escultura moderna se adapta con su acertado simbolismo a tan histórico lugar. Para mí, la Estela del Camino es la mejor obra que hasta el momento ha imaginado Aizkorbe.
El origen de la escultura hemos de buscarlo hace más de dos décadas, cuando el entonces prior, Don Jesús Labiano, se puso en contacto con el artista a través de un amigo común. Don Jesús planteó la idea de que Aizkorbe realizara una obra para Roncesvalles.
Mucho tiempo después esa idea se ha hecho realidad gracias al patrocinio del cántabro de Laredo Francisco Javier de la Torre y sus amigos alemanes, el matrimonio Faude. Ellos son quienes financiaron el proyecto y corrieron con los gastos de la escultura.
Es en el simbolismo que encierra la escultura donde está su mayor valor. La Estela del Camino representa el Camino de Santiago y las vivencias del peregrino. El color marrón del acero corten aquí se convierte en el color ocre de los senderos y caminos que van hollando los pasos del peregrino.
El Camino de Santiago es una experiencia espiritual que a lo largo de días y días de caminata acumula todo tipo de vivencias, unas buenas y otras no tan buenas. Esto queda reflejado en la escultura en las irregularidades que jalonan la espiral de metal. En estas ondulaciones podemos ver las montañas y cerros que hay que superar con el esfuerzo de nuestras piernas, las lesiones y el cansancio al que se someterá nuestro cuerpo, las ampollas de los castigados pies, los ronquidos del compañero de albergue… Pero también representan esas amistades surgidas en el Camino, ese amable hospitalero, esa iglesia románica descubierta en un rincón apartado, ese bocadillo compartido con otro peregrino…
El Camino de Santiago es materializado aquí adoptando una forma circular. El círculo es por un lado el movimiento, el caminar, el andar del peregrino. Por otro lado el círculo es la totalidad, el orbe, el universo, la referencia a la universalidad del Camino, ruta histórica que traspasa fronteras. El Camino de Santiago hermana hoy a peregrinos de todo el mundo. Al mismo tiempo, la plenitud que simboliza el círculo evoca la completa experiencia vital que significa la Ruta Jacobea para todo aquel que la realiza.
En el pedestal encontramos un guiño a la antigüedad del Camino y a su origen en el Medievo. Además de la grafía antigua en que está escrito el título de la obra, la palabra “DEL”, de “Estela DEL Camino” está representada al modo en que aparece en muchos documentos medievales.
Otro detalle que hay que destacar en esta escultura es la dificultad de su ejecución material. Cualquiera comprenderá lo difícil que resulta curvar el acero de esta manera cuando tratamos de una escultura de estas dimensiones. Hay que destacar también el detalle de que no se aprecia ni una sola soldadura. El taller metalúrgico que realizó este logro está en Madrid.
Otro detalle simbólico de la escultura es la reproducción de muescas idénticas a lo largo de la curvada cinta de acero corten. Representan las diferentes etapas del Camino de Santiago.
En el comienzo de esta cinta de acero, imagen del Camino Jacobeo, está representada la Cruz de Roncesvalles. Tenía que ser así, ya que aunque Roncesvalles no es el único punto de inicio del Camino de Santiago, es indudable que hoy es considerado el punto de inicio principal del Camino. Al mismo tiempo esta cruz simboliza la Fe, que estuvo en el origen del Camino de Santiago.
La espiral de metal, dura y fría, toma también la apariencia de una flor, de una rosa, donde los pétalos son las ondulaciones, las vivencias. Es un renacer, una primavera vital, un florecer espiritual. Es la nueva vida del iniciado. Del que ha vivido la iniciación personal, el cambio de vida, que es recorrer el Camino de Santiago.
La cinta de acero parece que pudiera desenrollarse, extenderse en el espacio, creando un sendero. Es el anhelo del Camino aún no realizado, la inquietud y el deseo que provoca la experiencia que va a comenzar, vivencia que, como la proyección del camino de acero de la escultura, se va a extender en el espacio y en el tiempo para cada uno de los peregrinos que parten desde Roncesvalles.
Al final de esta espiral de vivencia está Santiago, la meta, el centro del círculo de metal. Aquí no hay ningún símbolo, sólo el vacío. Y es que cada uno llenará ese vacío a su manera, porque cada persona hace su Camino de Santiago. Unos habrán medido su fortaleza física en los centenares de kilómetros recorridos. Otros habrán llenado ese vacío con el disfrute estético de las maravillas monumentales que jalonan el Camino. Otros habrán conocido a la persona con la que compartirán su vida. Otros habrán descubierto una dimensión espiritual que habían ignorado hasta entonces. Muchos peregrinos habrán llenado ese vacío encontrándose a sí mismos.
Al mismo tiempo este vacío es la luz. En este punto final la luz atraviesa la escultura. La luz es encontrada al final del Camino. Es otra vez la “iluminación”, la iniciación que más arriba hemos comentado.
El simbolismo de la escultura se extiende no sólo a los peregrinos, ya que todos podemos sentirnos identificados en la escultura. Todos hacemos un camino, el de la vida. El camino de la vida también tiene sus dificultades, sus sinsabores. Pero también sus alegrías. Estas vivencias, tanto malas como buenas hacen nuestro camino por la vida digno de ser vivido. ¿Y el final? Quizás también encontremos una luz…
Faustino Aizkorbe, el escultor, ha andado y vivido la ancestral ruta. Por eso ha materializado de manera muy acertada el Camino de Santiago. Seguro que los que hemos caminado la Ruta Jacobea sabremos reconocer y valorar el sentido simbólico de su escultura. De hecho, uno de los mecenas que ha hecho posible que hoy está escultura nos recuerde las vivencias del Camino, Francisco Javier de la Torre, ha recorrido el Camino de Santiago nada menos que nueve veces. Este dato pronto se quedará obsoleto, pues nos consta que pronto va a volver a vivir la Ruta Jacobea. Es decir, peregrinos han sido los que han estado detrás de la creación de la escultura. Nada más apropiado. Quienes mejor saben del Camino de Santiago son quienes han andado sus veredas: los peregrinos.
El diccionario de la Real Academia Española tiene dos definiciones de “estela” aplicables a la escultura. Una define estela como “rastro o huella de algo que pasa”. En el Camino el que pasa es del peregrino. La huella la deja en su propia alma y en las personas con las que interactúa en la peregrinación. La segunda definición define estela como “monumento conmemorativo que se erige sobre el suelo en forma de lápida, pedestal o cipo”. La Estela del Camino no deja de ser un monumento conmemorativo dedicado a la Ruta Jacobea.
La Estela del Camino fue inaugurada el 31 de mayo de 2013 con la presencia del artista, del Cabildo de Roncesvalles y del Arzobispo de Pamplona.
De izquierda a derecha D. Juan Carlos Elizalde, prior de la Real Colegiata de Roncesvalles, D. Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona, Faustino Aizkorbe, el artista y Javier de la Torre, mecenas.
Muchos peregrinos que empiezan cada día el Camino de Santiago en Roncesvalles se retratan junto la Estela del Camino. En el millón de pasos que los separan de Santiago sufrirán el calor y las lluvias. Se cansarán ascendiendo puertos y montañas. Cada uno vivirá el Camino de Santiago de una manera distinta. Pero todos dejarán su estela en el Camino. Todos crearan su propia espiral espiritual que hará su vida más plena.
© Julio Asunción
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